La Gran Guerra (1° Guerra Mundial) 1914-1918


Lo que hizo de la Gran guerra un conflicto mundial fue el hecho de que en
ella no se enfrentasen naciones, sino imperios.   Anteriormente, nunca se había producido una guerra mundial. En el siglo XVIII, Francia y Gran Bretaña se habían enfrentado en diversas ocasiones
en la India, en Europa, en América del Norte y en los diversos océanos del mundo. Sin embargo, entre 1815 y 1914 ninguna gran potencia se enfrentó a otra más allá de su región de influencia inmediata, aunque es verdad que eran frecuentes las expediciones agresivas de las potencias imperialistas, o de aquellos países que aspiraban a serlo, contra enemigos más débiles de ultramar (…)  Incluso los más firmes oponentes de los estados modernos, cuya superioridad en la tecnología de la muerte era cada vez más abrumadora, sólo podían esperar, en el mejor de los casos, retrasar la inevitable retirada.                                                                                                                                                                                   En la primera guerra mundial participaron todas las grandes potencias y todos los estados europeos excepto España, los Países Bajos, los tres países escandinavos y Suiza.  Además, diversos países de ultramar enviaron tropas, en muchos casos por primera vez, a luchar fuera de su región.  Así, los canadienses lucharon en Francia, los australianos y neozelandeses forjaron su conciencia nacional en una península del Egeo —«Gallípoli» se convirtió en su mito nacional— y, lo que es aún más importante, los Estados Unidos desatendieron la advertencia de George Washington de no dejarse involucrar en «los problemas europeos» y trasladaron sus ejércitos a Europa, condicionando con esa decisión la trayectoria histórica del siglo XX.       Aunque la actividad militar fuera de Europa fue escasa, excepto en el Próximo Oriente, también la guerra naval adquirió una dimensión mundial: la primera batalla se dirimió en 1914 cerca de las islas Malvinas y las campañas decisivas, que enfrentaron a submarinos alemanes con convoyes aliados, se desarrollaron en el Atlántico norte y medio.
        ¿Por qué las principales potencias de ambos bandos consideraron la primera guerra mundial como un conflicto en el que sólo se podía contemplar la victoria o la derrota total?
La razón es que, a diferencia de otras guerras anteriores, impulsadas por motivos limitados y concretos, la primera guerra mundial perseguía objetivos ilimitados. En la era imperialista, se había producido la fusión de la política y la economía. La rivalidad política internacional se establecía en función del
crecimiento y la competitividad de la economía, pero el rasgo característico
era precisamente que no tenía límites. «Las "fronteras naturales" de la Standard Oil, el Deutsche Bank o la De Beers Diamond Corporation se situaban en el confín del universo, o más bien en los límites de su capacidad de expansionarse».   De manera más concreta, para los dos beligerantes principales, Alemania y Gran Bretaña, el límite tenía que   ser el cielo, pues Alemania aspiraba a alcanzar una posición política y marítima mundial como la que ostentaba Gran Bretaña, lo cual automáticamente relegaría a un plano inferior a una Gran Bretaña que ya había iniciado el declive.  Era el todo o nada. En cuanto a Francia, en ese momento, y también más adelante, sus aspiraciones tenían un carácter menos general pero igualmente urgente: compensar su creciente, y al parecer inevitable, inferioridad demográfica y económica con respecto a Alemania. También aquí estaba en juego el futuro de Francia como potencia de primer orden. En ambos casos, un compromiso sólo habría servido para posponer el problema. Sin duda, Alemania podía limitarse a esperar hasta que su superioridad, cada vez mayor, situara al país en el lugar que el gobierno alemán creía que le correspondía, lo cual ocurriría antes o después.
Eric Hobsbwam, Historia del Siglo XX, capitulo La era de las catástrofes












LA DECLARACIÓN DE GUERRA
         En las circunstancias que llevaron a la declaración de guerra hay tantos elementos contingentes que no ha de extrañar que, como escribe Annika Mombauer, se haya llegado a decir que «la guerra fue inevitable, improbable, evitable, previsible o que estalló por sorpresa».
En la determinación del momento de inicio influyeron sobre todo los alemanes, que en 1914 estaban mejor preparados que nadie para iniciarla eran los únicos que se encontraban entonces en condiciones de enviar un millón de hombres al frente
 y que se sentían angustiados ante los planes de rearme de sus dos principales enemigos continentales, Francia y Rusia.
Temían quedar atrás en la carrera del rearme por la dificultad de obtener financiación para el gasto militar, como consecuencia de la compleja estructura del sistema político del Imperio alemán que, bajo el mando supremo del Káiser o emperador, cargo que ostentaba el rey de Prusia, era una especie de federación de monarquías que conservaban sus reyes, cortes, leyes e impuestos, pero donde la votación del presupuesto imperial dependía de una cámara elegida por sufragio universal, el
Reichstag, donde no siempre era fácil obtener la aprobación de los partidos, y en especial del Socialdemócrata. Ésta es la razón que permite entender que el Comandante Supremo del ejército alemán, general  Moltke, le pidiese en la primavera de 1914 al ministro de Asuntos exteriores que procurase iniciar una guerra preventiva lo antes posible, porque la situación militar de Alemania se estaba deteriorando.  Pero la fecha concreta en que se produjo la declaración de la guerra partió de un incidente imprevisto. El 28 de junio de 1914 un acto terrorista conmocionó Europa: el asesinato en Sarajevo del archiduque de Austria Francisco Fernando, heredero de la corona imperial, y de su esposa a manos de siete jóvenes bosnios partidarios de Serbia, alentados y armados por un militar serbio que actuaba a espaldas del gobierno de su país.

Josep Fontana, El siglo de la Revolución, una historia del mundo desde 1914






CONSECUENCIAS DE LA GRAN GUERRA:
Es sumamente difícil percibir realmente los prejuicios que ocasionó la guerra en los pueblos que la padecieron. 
La pérdida demográfica fue la más dolorosa, 10 millones de muertos, 20 millones de heridos, mucho de ellos mutilados e inválidos debido al uso de los nuevos armamentos.  Para los sobrevivientes, tanto soldados como familiares, la presencia de la muerte de manera cercana produjo efectos psicológicos y un cambio de mentalidad que se manifestó en el deseo de vivir el presente inmediato. 
En el plano político desaparecieron las monarquías absolutas de Europa del Este siendo sustituidas por republicas liberales y en Rusia por una república socialista. 
La guerra debilitó a Europa que terminó perdiendo el predominio mundial que había ejercido por siglos, siendo sustituida por ESTADOS UNIDOS.
Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña e Italia llevaron adelante las negociaciones que culminaron en una serie de tratados, de Versalles el más importante, configurando una nueva situación mundial.  Impusieron sin escuchar en absoluto la voz de los vencidos: Alemania, Austria, Hungría, Turquía y Bulgaria. Tampoco Rusia participó de estos acuerdos ya que se había retirado en 1917 de la guerra. 

Las bases de las negaciones estaban en los llamados “catorce puntos” del presidente norteamericano Woodrow Wilson.   Solo algunos fueron tenidos en cuenta, el más notorio fue la creación de la SOCIEDAD de NACIONES cuyo objetivo principal era evitar futuras guerras.  Finalmente, el congreso de EEUU no votó la integración de su país a la Sociedad de Naciones; volviendo al tradicional aislacionismo en materia de política internacional no así en la economía, ya que EEUU se convirtió en el principal acreedor de los países europeos.
El comercio internacional cambio de rumo. Hasta 1914, Europa compraba materias primas y alimentos y concentraba la mayor capacidad industrial.  Ese papel fue cambiando durante las primeras décadas del siglo XX. En 1918, EEUU se vislumbraba como la nueva potencia económica, seguida por Japón en Asia.


La guerra fue terrible, y sus consecuencias, duraderas. Murieron casi diez millones de personas, y veinte millones de quedaron heridos o mutilados.  A las heridas físicas hay que agregarle los rencores por el trazado de las nuevas fronteras, que serán el germen de nuevos conflictos.  Europa quedó destrozada y su economía arruinada.  Sólo hubo un gran vencedor: Estados Unidos, que entró tardíamente al conflicto (el último año) y logró transformarse en el gran proveedor de capitales y productos para todos los países europeos.  A diferencia de todos los otros contendientes, Estados Unidos contó con la ventaja de perder muy pocos hombres y de ningún combate se desarrollará en su territorio.  La economía norteamericana salió muy fortalecida tras el conflicto (…)
Victorino de la Plaza (presidente argentino en 1914), de excelentes relaciones con Gran Bretaña optó por la neutralidad activa como se la llamó, funcional a los intereses británicos, a los que les convenía mucho más una Argentina neutral cuyos barcos no podían ser atacados y que, por ende, garantizaran la provisión de alimentos y cueros al Reino Unido (…) Como diría el primer ministro inglés Lloyd Gorge “la guerra se ganó sobre toneladas de carne y trigo argentino”.
Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina. Tomo 3 (Argentina, 2006)

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL EN LA REGIÓN
La neutralidad ante la Primera Guerra Mundial tenia explicaciones comunes a varios estados de América Latina.  Dado su encuadre panamericano que ponía limites a una política más autónoma y obligada a la retórica liberal, los gobiernos debían disimular el carácter conveniente de la neutralidad en relación a intereses directos, comerciales y financieros. La fuerte dependencia del comercio exterior con una probable alza de la demanda volvía entonces imprudente cualquier medida rupturista. Alemania, agresora y resentida como era vista en círculos diplomáticos occidentales, no debía ser ignorada como socia comercial…                                                                                                                                     …para entender mejor la posición de Uruguay que un exceso de autoestima llevó al extremo de nominar doctrina uruguaya.  Como en el caso de muchos Estados neutrales la “guerra submarina a ultranza” definida por Alemania hacia 1916 fue también decisiva para determinar el abandono de la neutralidad y la declaración de guerra a las Potencias Centrales.   Según se desprende de las declaraciones de los voceros del gobierno, la guerra era considerada un conflicto de proporciones civilizatorias donde se ponía en juego un destino que trascendía naciones y Estados.  (…) América era actor principal y debía ser entendida en su unidad más radical, era un sola, sin distinciones regionales, culturales ni políticas; en ellas, Estados Unidos resaltaba como “nuestra hermana mayor” dada la fuerza moral y republicana.   El conflicto en que estaba involucrado, al igual que la Europa de los Aliados, era “nuestro conflicto” y los derechos en pugna, nuestros derechos. 
  
Uruguay, Historia Contemporánea. Tomo II; José Rilla en “Uruguay en el mundo” (cap.2) 2016



TEXTO DE HOBSBWAM USADO EN CLASE
:Lo que hizo de la Gran guerra un conflicto mundial fue el hecho de que en
ella no se enfrentasen naciones, sino imperios.   Anteriormente, nunca se había producido una guerra mundial. En el siglo XVIII, Francia y Gran Bretaña se habían enfrentado en diversas ocasiones en la India, en Europa, en América del Norte y en los diversos océanos del mundo. Sin embargo, entre 1815 y 1914 ninguna gran potencia se enfrentó a otra más allá de su región de influencia inmediata, aunque es verdad que eran frecuentes las expediciones agresivas de las potencias imperialistas, o de aquellos países que aspiraban a serlo, contra enemigos más débiles de ultramar (…)  Incluso los más firmes oponentes de los estados modernos, cuya superioridad en la tecnología de la muerte era cada vez más abrumadora, sólo podían esperar, en el mejor de los casos, retrasar la inevitable retirada.                                                                                                                                             En la primera guerra mundial participaron todas las grandes potencias y todos los estados europeos excepto España, los Países Bajos, los tres países escandinavos y Suiza.  Además, diversos países de ultramar enviaron tropas, en muchos casos por primera vez, a luchar fuera de su región.  Así, los canadienses lucharon en Francia, los australianos y neozelandeses forjaron su conciencia nacional en una península del Egeo —«Gallípoli» se convirtió en su mito nacional— y, lo que es aún más importante, los Estados Unidos desatendieron la advertencia de George Washington de no dejarse involucrar en «los problemas europeos» y trasladaron sus ejércitos a Europa, condicionando con esa decisión la trayectoria histórica del siglo XX.       Aunque la actividad militar fuera de Europa fue escasa, excepto en el Próximo Oriente, también la guerra naval adquirió una dimensión mundial: la primera batalla se dirimió en 1914 cerca de las islas Malvinas y las campañas decisivas, que enfrentaron a submarinos alemanes con convoyes aliados, se desarrollaron en el Atlántico norte y medio.

        ¿Por qué las principales potencias de ambos bandos consideraron la primera guerra mundial como un conflicto en el que sólo se podía contemplar la victoria o la derrota total?
La razón es que, a diferencia de otras guerras anteriores, impulsadas por motivos limitados y concretos, la primera guerra mundial perseguía objetivos ilimitados. En la era imperialista, se había producido la fusión de la política y la economía. La rivalidad política internacional se establecía en función del crecimiento y la competitividad de la economía, pero el rasgo característico era precisamente que no tenía límites. «Las "fronteras naturales" de la Standard Oil, el Deutsche Bank o la De Beers Diamond Corporation se situaban en el confín del universo, o más bien en los límites de su capacidad de expansionarse».   De manera más concreta, para los dos beligerantes principales, Alemania y Gran Bretaña, el límite tenía que
ser el cielo, pues Alemania aspiraba a alcanzar una posición política y marítima mundial como la que ostentaba Gran Bretaña, lo cual automáticamente relegaría a un plano inferior a una Gran Bretaña que ya había iniciado el declive.  Era el todo o nada. En cuanto a Francia, en ese momento, y también más adelante, sus aspiraciones tenían un carácter menos general pero igualmente urgente: compensar su creciente, y al parecer inevitable, inferioridad demográfica y económica con respecto a Alemania. También aquí estaba en juego el futuro de Francia como potencia de primer orden. En ambos casos, un compromiso sólo habría servido para posponer el problema. Sin duda, Alemania podía limitarse a esperar hasta que su superioridad, cada vez mayor, situara al país en el lugar que el gobierno alemán creía que le correspondía, lo cual ocurriría antes o después.

Eric Hobsbwam, Historia del Siglo XX, capitulo La era de las catástrofes 

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